Cuando despertó en medio de la madrugada, Dima tenía una sensación de pánico que solo había vivido alguna vez de muy niño; cuando estuvo casi a punto de ser aplastado por una estampida, en la procesión del Jesús del Gran Poder en Quito. El corazón estaba a punto de estallarle. Latía tan fuerte que incluso lo podía escuchar como a un tambor viejo y destemplado.
El cuarto donde descansaba Dima no tenía ventanas y en las horas de dormir era tan oscuro que daba igual estar con los ojos abiertos o cerrados. Todo estaba en tinieblas. Inquieto, se acarició la frente. A pesar de que sentía que se quemaba por dentro, al tocarse el pecho sintió que su cuerpo estaba más frío que una piedra abandonada en el invierno. Con temor, Dima no sabía si rezar o levantarse a prender la luz. Recorrer ese corto trayecto le parecía una eternidad.
Afuera, los gatos callejeros, furiosos, expulsaban una sinfonía de maullidos horripilantes, con voces de bebés alargadas y agudas que por momentos parecían estar hablando.
Cuando Dima decidió levantarse a prender la luz, el pánico lo abrumó aun más. En el espejo que estaba junto al interruptor, no aparecía su reflejo. Por un instante pensó que estaba muerto y que quien deambulaba era su alma en pena. Aterrado, con fiebre y escalofríos, se movió varias veces, se miró, se pellizcó, se tocó por todas partes y no, no era un mal sueño. Pero en aquel espejo de bordes dorados, heredado de su abuelo, seguía sin aparecer su reflejo.
Aturdido y sin entender, se sentó al filo de la cama con las manos en las rodillas y miró fijamente el crucifijo colgado en la pared. Sintió vergüenza y se tapó el rostro, al borde del llanto y la desesperación, porque le vino a la mente algo; algo que pensó que podía ser la causa de lo que le estaba pasando esa madrugada fría y deprimente.
Su conciencia no lo dejaba tranquilo. Recordó con claridad algo que había hecho y que había visto apenas la noche anterior.
Pero, ¿qué vio Dima?, ¿qué hizo? o ¿qué pasó para que su corazón le atravesara la garganta?
Era exactamente una hora después de la media noche de un frío y vagabundo viernes de invierno. El cielo estaba tan deprimente que hasta la luna parecía no estar de humor como para dejarse ver.
Esa noche, Dima y sus amigos Ángel, Carlos y Vasconcelos, un grupo de perdedores sin futuro, se reunieron como de costumbre en una esquina del barrio para una borracheara más, pero esta vez tenían muchas razones para querer ahogarse en el alcohol.
Ángel era un sujeto flaco y huesudo, de 33 años y sin aspiración alguna, muy inmaduro y con el despecho tatuado en el rostro. Su novia se había ido a Madrid y ya no le enviaba euros para poner un negocio, como algún día se lo había prometido.
Le había bastado con enterarse de que los dos únicos envíos que le había hecho los despilfarró en mujeres y licor (…). En venganza, esa misma noche le dio la noticia, de que tenía una nueva relación con un marroquí.
Sin piedad, le refregó en la cara que lo cambiaba por su nuevo amante porque tenía el miembro viril mucho más grande que él. Ángel se sintió morir.
Carlos también tenía 33 años, pero aparentaba muchos más por su melena larga y su nariz aguileña. Tenía tres hijos de diferentes mujeres y varias órdenes de captura por no pasarles pensión alimenticia. Pasaba sus días escondido en la casa de su madre, para no ir preso, y se aprovechaba del poco dinero que generaba su jubilación: era un completo vividor.
Vasconcelos, 30 años. Un sujeto descuidado y sin trabajo. Nadie entendía por qué era gordo si a veces no tenía dinero ni para comer. Solitario, nunca hablaba de su familia. Alquilaba una mediagua en el barrio chico, pero el dueño de casa le había advertido que botaría sus cosas a la calle porque debía nueve meses de arriendo; y así lo había hecho.
Esa noche, unas horas antes de la reunión con los vagos en la esquina, al llegar y ver sus pertenencias amontonadas en medio de la calle se sintió tan humillado que en lugar de recogerlas decidió prenderlas fuego. Dima, por su parte, con casi 38 años era un tipo deprimido y malhumorado. Detestaba su trabajo y su sueldo de miseria se le hacía agua componiendo una moto vieja que le servía para labores de mensajero. Odiaba ser pobre.
A pesar de todo, el grupo siempre se daba modos para reunirse en la esquina y siempre conseguían recursos para el trago y el vicio.
Ese viernes, entre quejas y renegando de la vida, se emborracharon sin contemplación. Cansados de estar parados en una esquina decidieron ir a La Calle del Pecado, un prostíbulo de mala muerte que estaba literalmente arrinconado en un callejón sin salida.
Adentro, las luces escandalosas se mezclaban con las miradas de borrachos, prostitutas veteranas y alcohol a morir.
Dima pasó toda la noche sentado con una mueca en el rostro, contemplando las risas vulgares y exageradas de varios mamarrachos que se sentían galanes tocando las nalgas de las meretrices.
Miraba y pensaba que los bailes empalagosos y pegados de las damas del amor no eran nada más que provocaciones, con el objetivo de que su sensualidad escurriera los bolsillos de tanto enfermo morboso.
Mientras tomaba su cerveza, miró cómo Ángel, Carlos y Vasconcelos, tomados de la mano de varias prostitutas, iban a follar en el segundo piso de aquellos podridos cuartos con olor a látex.
A Dima jamás le agradó la idea de follarse a una puta. Una vez, de jovenzuelo, lo intentó de pura curiosidad, pero no pudo. Bastó con que aquella dama que había escogido le ofreciera colocarle un preservativo amarillento y pálido. No se inmutó y la asesinó con fría indiferencia.
El tiempo avanzaba en La calle del pecado entre sexo, jarras de cervezas baratas y música de prostíbulo a todo volumen. Fue ahí cuando Dima empezó a sentir que alguien lo miraba, que alguien le respiraba en la nuca, pero al voltear no vio a nadie.
Dima escarbó sus bolsillos en busca de monedas para una jarra de cerveza más, pero su dinero había desaparecido. Dima, Ángel, Carlos y Vasconcelos nuevamente se habían quedado sin un centavo. A Dima le entró una sensación de rabia. Se sintió miserable, fracasado y pobre.
Llegaron las 2:45 de la madrugada y los guardias de La calle del pecado ordenaron a la gente desalojar. Todos salieron sin resistencia. Ya no había trago, ya no había plata.
Al regresar, Ángel, Carlos y Vasconcelos, ebrios, entre risas y empujones, se adelantaron en el camino compartiendo el último cigarrillo que agonizaba en sus manos; mientras Dima se detenía a orinar en una pared llena de grafitis.
Dieron las 3:00 en punto de la madrugada y Dima, con la cabeza agachada, los ojos clavados en el chorro color de sol, y con la mente en blanco, empezó a sentir una brisa helada que se le metía en los huesos.
Levantó la vista y vio a un hombre acercarse, a la distancia. Vestía un elegante traje negro. Venía completamente solo, era alto y corpulento, de piel mestiza y tenía una belleza física particular que parecía estar caminando en el aire.
El hombre atravesó a Ángel, Carlos y Vasconcelos, que cada vez se alejaban más, pero ellos ni siquiera lo vieron pasar. Dima caminó en dirección al hombre y el hombre alto caminó en dirección a Dima.
Se toparon frente a frente. El hombre miró a Dima y en silencio eréctil le sonrió.
Dima concentró su mirada en los zapatos puntiagudos y de piel de serpiente. Alzó la mirada hacia el rostro del hombre.
Al verlo, tuvo la sensación de estar parado desnudo dentro de un congelador. El hombre le sonrió nuevamente, abrió su leva y de su bolsillo interior desenfundó un paquete grueso de billetes.
Al ver el dinero, Dima sintió su cuerpo lleno de un calor agradable. El hombre regresó los billetes a su bolsillo y sin hablar siguió su camino.
Dima aceleró el paso para alcanzar a sus amigos. Les preguntó si habían visto al sujeto que había pasado junto a ellos; respondieron que no.
El hombre se había desvanecido. Era imposible que hubiera girado en alguna esquina o que hubiera entrado en algún sitio.
Al explicarles lo que había visto, todos sintieron una energía extraña.
Regresaron tratando de encontrar al hombre, pero no lo ubicaron. Fue entonces cuando Dima decidió que él también era capaz de reunir esa misma cantidad de dinero en esa misma noche, y había una sola forma de conseguirlo.
Esa madrugada todo parecía normal, pero ya no lo era. El grupo hizo parar un taxi. Dima se subió junto al conductor y los vagabundos subieron atrás.
Después, emprendieron el camino. Dima indicó al taxista, un señor humilde que parecía tener algo más de 50 años, que tomara a la izquierda, subiendo por una larga y empinada calle adoquinada.
Cuando el hombre bajó la velocidad para realizar la curva, Dima sutilmente acercó su mano a su rostro y le roció gas pimenta en el borde de sus ojos. El conductor frenó abruptamente.
Dima empuñó una manopla que solía llevar escondida y lo golpeó en la cabeza. Atrás, los vagos hicieron lo suyo. Ángel se había sacado el cinturón y salvajemente enganchó el cuello del chofer como si fuera un animal, halando con fuerza hacia atrás.
Carlos tenía un cuchillo con el que le picaba las piernas para que no se le ocurriera resistirse. Vasconcelos simplemente espiaba vigilando a todos lados.
Dima, con ambición, hurgó los bolsillos del chofer y todos los rincones donde el conductor podía haber guardado su dinero. Tratando de evitar la asfixia con una mano y con la otra apuntando al tapete que cubría el tablero delantero del auto, el conductor le indicó a Dima un compartimiento secreto.
Al alzar el tapete colorido, tejido a mano, Dima encontró lo que tanto buscaba codiciosamente, dinero, mucho dinero.
Dima salió del auto y junto a los vagos emprendieron el escape como todos unos canallas cobardes. Se perdieron en la oscuridad.
Al llegar a su guarida, en la misma esquina del barrio donde habían empezado su noche, se repartieron el dinero, pero ya las ganas de seguir jodiendo vida a todos se les había quitado. Le habían robado el pan del día a un pobre hombre que había estado trabajando dieciséis horas sin parar.
Después de esa canallada, cada uno se fue con el dinero asqueroso producto del robo y de la humillación.
Y era eso, precisamente, lo que atormentaba a Dima cuando despertó sudando de pánico aquella madrugada donde no lograba ver su reflejo en el espejo.
Al intentar mirarse nuevamente, el espejo reflejó en su lugar a aquel hombre elegante de traje oscuro que vio al salir de La calle del pecado. Supo entonces que había conocido al mismísimo Lucifer.
Al mirarlo fijamente, sintió que la muerte se le acostaba encima. Su corazón seguía latiendo fuertemente. Tenía tanto terror que se sentía como un pericote arrinconado, a punto de ser molido a palos.
Arrepentido y gritando en silencio, se tiró en la cama en posición fetal y se tapó los oídos con desespero. Los gatos callejeros, toda la noche, no pararon de hablar.
FIN
La calle del pecado
HISTORIA ORIGINAL
Vladimir Soasti
ILUSTRACIONES
Larry Flores.
EDICIÓN
Pilar Domingo
Alejandra Duque
Soasti Bros Productions 2020
]]>La familia Hermosa Suárez era muy humilde y la mayor parte del tiempo pasaba necesidades grandes. El padre don Olivo casi nunca estaba presente ya que se ganaba la vida de sol a sol en una pequeña finca en el Oriente. El taxi llegó a su lugar de destino mientras el aguacero continuaba desplomándose sin piedad. El taxista dejó saber el precio por sus servicios y doña Amada logró reunir en billetes y monedas todo lo que había escarbado de su cartera en el trayecto del camino. Apurada le canceló y se bajaron muy rápidamente del auto con dirección a su hogar. Pero hubo un problema: el pago no estaba completo y el conductor de taxi se ofendió. Estresado el corpulento chofer de cabello necio y manos pesadas se bajó de inmediato a increpar a doña Amada con improperios y lenguaje soez. El joven hijo al tratar de intervenir fue agredido por el violento sujeto. La reacción protectora de doña Amada fue agredir al taxista y el chofer le contestaría con otra agresión física tumbándola al piso; todo esto en medio de la lluvia que no cesaba.
La reacción desesperada del joven fue huir a su casa a buscar algo que lo convertía en un ‘Todopoderoso’, un arma Ramdom plateada automática calibre 9 milímetros. Al salir corriendo desbordando rabia y dispuesto a desenfundar el arma, el joven adolescente lo único que pudo alcanzar a ver fue a su madre en el suelo agredida y sangrando de la cabeza, y al chofer de taxi marca San Remo perdiéndose en la calle a velocidad en medio de la agresiva lluvia.
En el año de 1991 la Policía Nacional del Ecuador anunciaba la captura de los responsables de varios asesinatos en la ciudad de Quito. La razón de los crímenes, el robo. El rastro, cartuchos de arma calibre 9 milímetros. Las víctimas en su mayoría, conductores de taxis específicamente de la marca San Remo. Los responsables, un grupo de adolescentes ente los 14 y 17 años, cuyo líder y única persona en aplastar el gatillo: Juan Fernando Hermosa Suárez de 16 años.
Capturado Hermosa pasó a ser conocido como el ‘niño del terror’. Confesaría todos los pormenores de sus crímenes al jefe de inteligencia a cargo de la investigación. Después del altercado con su madre, el muchacho regresaba todos los días a la plaza de Santo Domingo con el arma, esperando encontrar al conductor del taxi San Remo que les había humillado por ser pobres. Posterior, ya convertido en un delincuente violento se dedicaría al asalto a mano armada con sus amigos. De ahí fue que cada vez que asaltaban vehículos, Hermosa escogía con premeditación solo taxis que sean de la marca San Remo.
La historia del 'niño del terror' ha dejado impactado a más de uno por la connotación de los crímenes, y por sus reveladores relatos que explica paso a paso el operativo y captura de quien se convertiría en el asesino en serie más joven en la historia de Ecuador a inicios del año 1990.
Y no menos impactantes fueron las frases que quedaron grabadas, dichas en varias ocasiones por el propio Juan Fernando Hermosa, aquel joven de 16 años que llegó a tener más crímenes que su propia edad.
A continuación, te presentamos las 6 frases más impactantes del 'niño del terror' que se reveló en un documental policial producido por los hermanos Vladimir y Marco Soasti. J.F Hermosa 'Tras las sombras del niño del terror'.
No era un secreto que Juan Fernando Hermosa se convirtió en toda una celebridad del crimen. Los medios de comunicación de la época lo acecharon y se dieron un verdadero festín con su historia. Debido a esto él supo sacar ventaja de la situación empezando a cobrar grandes cantidades de dinero a la prensa por las entrevistas, creando así él mismo esta peculiar frase para decirla cada vez que la gente solicitaba conocerlo o los periodistas entrevistarlo.
Esta frase amenazantemente se atrevería a decirle frente a frente a Raúl Cazares, el mismísimo director del centro carcelario en el que Hermosa pagaba condena. Al encontrarle una botella de whisky en su celda, Cazares la retiraría, despertando la ira nuevamente de Hermosa e increpando al director. "Raúl, ¿a ti te apuesta la vida, no?"
Juan Fernando Hermosa en sus primeros días de detenido temía ser envenenado. A la hora de cada comida solicitaba como toda una celebridad la presencia de un alto oficial de la policía para comer juntos y de el mismo plato. "Comamos a medias mi mayor", sabría decir según testigos. Una vez que el jefe policial probaba dos o tres cucharadas del plato de Hermosa, el niño del terror satisfecho comería su cena con mucha más tranquilidad.
Nuevamente la hora de comida sería un total conflicto para Hermosa y los agentes que lo resguardaban. Apenas a unas horas de estar bajo custodia uno de los agentes policiales le pasó la comida en un contenedor plástico. Esto desataría repentinamente su ira rechazando el gesto del agente diciendo: "Yo no soy perro para comer en tarrina, si a mi me quieren dar de comer tienen que ser en un plato, y no en tarrina como a los animales".
Lo dijo sin tapujos en las declaraciones y un careo frente a un supuesto sobreviviente en referencia a una acusación directa. La victima aseguró conocerlo. Hermosa a su vez manifestó no conocer a la victima diciendo muy molesto que estaba mintiendo: “¡Usted miente!”, le dijo. “Si yo le hubiera asaltado, usted no estuviera vivo, porque ¡cuando asalto yo mató!”, culminaría diciendo Hermosa. Al escucharlo, la víctima decidió retirarse y no poner la denuncia en su contra.
Cuando Juan Fernando Hermosa parecía rehabilitarse, sucedería lo impasable. A dos años de estar cumpliendo sentencia él escaparía de la cárcel de menores asesinando esta vez a un policía. Fue tan sanguinario el ataque que Hermosa se tomó el tiempo para dejar un mensaje escalofriante: "Esto te pasa por soplón. "Díganles a los perros de la O.I.D que los mataré y me beberé su sangre". La Policía se tomó muy en serio esta amenaza y los agentes de la O.I.D que participaron en su captura fueron removidos y protegidos por seguridad.
Ahora sabemos porque Juan Fernando Hermosa se ganó el alias de el ‘niño del terror’. Sus espeluznantes frases y confesiones de sus crímenes quedaron grabados como testimonio en una historia llena de tragedia y de dolor.
Hermosa de 16 años fue acusado de asesinar a 17 personas, pasando a la historia como el asesino en serie más joven en Ecuador, pero de no haber sido por la Policía Nacional, quién sabe a cuántas personas más hubiera asesinado.
Sin duda la historia del ‘niño del terror’ fue un caso mediático que conmovió a todo un país. Si no has visto aún el documental de su captura y te atraen las historias policiales este film te va a impactar.
Ver el documental en: https://soastibrosproductions.com/products/j-f-hermosa-tras-las-sombras-del-el-nino-del-terror-el-documental-link-de-descarga
THE SCHOOL OF CRIME.
A lone wolf CIA agent José Chávez and an elite local crime force wait on Ecuador’s most dangerous drug highway for a cocaine shipment, sent on the orders of drug lord Jesús Jiménez Jiménez, leader of ‘La Escuela del Crimen’. But when officers stop the suspect’s vehicle, they find servants of a different lord. The School of Crime, the beginning of a brutal police graphic novel! A wildly entertaining premiere episode, Justice Must Not Only be Done, But Must be Seen to be Done.
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Juan Fernando Hermosa Suárez nace en Shushufindi Ecuador en febrero de 1976. La pobreza extrema obliga a su madre a entregarle en adopción a una pareja del sector que no podían tener hijos.
A los 8 años se entera abruptamente que es adoptado. Esto causa en él un tremendo impacto psicológico, su personalidad cambia. Inicia con compartimientos psicopáticos matando animales de su vecindario.
A los 12 años escapa de casa. Para subsistir empieza su aventura delincuencial robando accesorios de autos y domicilios.
En enero de 1992 después de un violento operativo policial es capturado acusándolo de ser el responsable de 22 asesinatos perpetrados a taxistas, camineros y homosexuales en la ciudad de Quito.
Juan Fernando Hermosa con apenas 16 años ya capturado pasa a ser conocido como el ‘niño del terror’ líder absoluto de la pandilla del terror, un grupo de adolescentes que lo acompañaron en sus crímenes.
Juan Fernando Hermosa es sentenciado a cuatro años de privación de la libertad en un centro de rehabilitación para menores de edad. Se presenta el informe psicológico del menor después de varias evaluaciones que indican: Personalidad psicopática amorfa, afán de expansionismo, desadaptación social y traumas psíquicos graves. Juan Fernando Hermosa sentía necesidad de matar.
Juan Fernando Hermosa alias el ‘niño del terror’ pasa a ser una celebridad del crimen. Su popularidad crece desmesuradamente. Todo mundo quiere conocerle. La prensa se ensaña con su historia. Él aprovecha del momento y empieza a lucrar por las entrevistas. En prisión se convierte en todo un ídolo en el mundo del hampa. Mujeres jóvenes de colegio lo visitan en la cárcel. Pero a los dos años de estar cumpliendo su sentencia escapa asesinando a un guardia de la cárcel.
Tres meses después de su violento escape, Juan Fernando Hermosa es nuevamente recapturado.
Pero, ¿qué pasa después?
Sin duda la historia del ‘niño del terror’ fue un caso mediático que conmovió a todo un país. Si no has visto aún el documental Juan Fernando Hermosa ‘tras las sombras del niño del terror’ y te atraen las historias policiales este film te va a impactar. Puedes obtener la descarga directamente en la pagina oficial de sus realizadores. www.soastibrosproductions.com
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J.F Hermosa ‘Tras las sombras del ‘niño del terror’. EL DOCUMENTAL .Por primera vez se conoce la verdadera historia del operativo y captura del tristemente célebre asesino en serie más joven de los últimos tiempos Juan Fernando Hermosa, alias ‘el niño del terror’. Ex integrantes del servicio de inteligencia de la Policía de Ecuador cuentan esta impactante historia después de dos décadas de silencio.
Testimonios, anécdotas desgarradoras de un caso que conmovería a todo un país a principio de la década de los 90, cuando choferes de taxis, camioneros y homosexuales eran asesinados misteriosamente. ‘Tras las sombras del niño del Terror’. El Documental.
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Bad hombre writer and producer Vladimir Soasti invades the entertainment industry and bring us the beginning of a brutal police graphic novel, THE SCHOOL OF CRIME.
A lone wolf CIA agent José Chávez and an elite local crime force wait on Ecuador’s most dangerous drug highway for a cocaine shipment, sent on the orders of drug lord Jesús Jimenez, leader of ‘La Escuela del Crimen’. But when officers stop the suspect’s vehicle, they find servants of a different lord. The School of Crime is a Soasti Bros Productions Original Graphic Novel. Soasti Bros Productions is an American-based content production company working in collaboration with a great creative and artistic team in The United States and Latin-American countries such as Mexico, Colombia, Peru and Ecuador.
A wildly entertaining premiere episode of 'La Escuela del Crimen' will be officially available soon on Digital and Paper Back. For more information, samplers, updates, surprises, photo catalogs, and more, visit us on social media and our official web site.
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